Cuando hablamos de ciudades inteligentes, no sólo debemos enfocarnos en cómo la tecnología transforma procesos, agilizándolos e impactando de forma positiva en la vida cotidiana de las personas. Existen otros aspectos que también deben ser considerados y que tienen un rol fundamental, como los tipos de energías que se requieren para que un proyecto de estas características tenga un mínimo impacto en el medio ambiente y que, a su vez, permita mantener a las ciudades en movimiento.
Uno de los ejemplos que apuntan hacia este objetivo es el CityxChange, un proyecto que cuenta con financiamiento europeo, y que cuyo foco es desarrollar e implementar bloques y distritos con balance energético positivo a lo largo de diversas ciudades de la Unión Europea. En la actualidad, esta iniciativa está en fase de demostración de sus impactos en Limerick (Irlanda) y Trondheim (Noruega), y se espera que otras cinco ciudades se vean beneficiadas con la transición hacia energías limpias. En el mediano plazo, podremos verla replicada en otros puntos del continente, como Smolyan (Bulgaria), Písek (República Checa), Võru (Estonia), Sestao (España) y Alba Iulia (Rumania).
Este ejemplo viene a confirmar una tendencia que está en desarrollo desde hace varios años y que también tiene un impacto en la economía mundial. De acuerdo con SmartCitiesWorld, se espera que el mercado de las ciudades inteligentes registre transacciones por USD$87,25 mil millones hacia 2030. El año pasado, se contabilizó un total de USD$36,42 mil millones.
Las tecnologías verdes tienen impacto directo en aspectos centrales de una ciudad inteligente, como la construcción, la movilidad, los negocios y el medio ambiente. Y cuando incluimos a la tecnología en esta ecuación, los impactos son todavía mejores. Por ejemplo, a través del uso de la Inteligencia Artificial es posible monitorear las condiciones de un determinado suelo y los cambios en la vegetación de la zona, lo que acaba por impactar en el desarrollo de modelos que permitan un mejor aprovechamiento de los recursos que rentabilicen cada metro cuadrado, a través de proyectos específicos de forestación, agricultura o incluso una ganadería más sustentable.
En un mundo que está en constante movimiento y que está siendo testigo de cambios importantes a todo nivel, se espera que el desarrollo de alternativas a los sistemas energéticos tradicionales, impulsados por las tecnologías verdes, continúen en ascenso, lo que permitirá la construcción de ecosistemas urbanos que no sólo facilitan la vida de las personas, sino que también tienen un bajo nivel de impacto en el medio ambiente.